martes, 15 de diciembre de 2015

"El hombre que amaba a los perros", de Leonardo Padura

Tusquets Editores.                       
 Colección Max (bolsillo).
 Junio 2015 (12ª edicion)
765 página.
10,95 € en papel; 6,99 en ebook.


     A través de tres líneas narrativas que van entrecruzándose, la novela se adentra en las vidas y personalidades de Leon Trotski durante la última década de su vida, o desde que fue expulsado de la Rusia soviética, las de Ramón Mercader, su asesino, y las de Iván, el narrador, un escritor cubano frustrado por la política censora del régimen castrista. La novela es mucho más que esto: es un ajuste de cuentas a los regímenes comunistas, del de Stalin fundamentalmente, y una crónica del envilecimiento de un sueño utópico que no contaba con la maldad existente en los seres humanos. También es una descripción magistral, de unas sociedades sometidas a unos gobiernos que han sustituido la capacidad de convencer por el uso arbitrario de la represión violenta y han convertido al terror en la auténtica autoridad.

     Especial interés tiene el diseño de los personajes. Entre ellos, Caridad del Río, la madre de Ramón Mercader, y África, la mujer de la que se enamoró. Ambas muestran unos perfiles semejantes. Son fanáticas y están dispuestas a poner su vida al servicio del partido y sacrificar sus sentimientos. No permiten la flaqueza de sus compañeros, ni que se dude de las decisiones adoptadas por Stalin, aunque no las comprendan ni las compartan. Fueron las forjadoras de la primera personalidad de Ramón Mercader, haciendo de un hombre débil un militante entregado, y las responsables de dirigir su voluntad hacia la entrega total a la causa, con la expectativa quimérica de evitar el miedo a la madre y merecer el amor de África.

     Otro personaje impagable es Tom o Kotov, el mentor y jefe de Mercader, un cínico empedernido porque él sí sabía lo que estaba ocurriendo, los juicios sumarísimos amañados, las ejecuciones de cualquiera que pensara por su cuenta, aunque también fuera consciente de la imposibilidad de salir con vida de una renuncia que jamás sería admitida por la cúpula estalinista.
     El proceso de transformación de Ramón Mercader en el soldado número 13 y, luego, en el belga Jacques Mornard destinado a llevar a cabo el asesinato de Trotski, incrustándole un piolet de alpinista en el cráneo, es estremecedor, de gran profundidad sicológica y una de las partes más interesantes de la novela.
     Respecto a Trotski, el relato toma la forma de crónica de su enfrentamiento con Stalin y las consecuencias del ensañamiento de éste en su proceso liquidador de su figura como ideólogo, su prestigio y su huella revolucionaria, incluyendo la eliminación física de miembros de su familia. El texto se introduce con amabilidad en el entorno familiar de Trotski, muestra su lucidez respecto al análisis de la política internacional, pero Leonardo Padura menciona muy de pasada los crímenes que Trotski cometió al comienzo de la revolución. Algo que Trotski no olvida al reflexionar si no sería víctima de los métodos revolucionarios que él aplicó.
     El hombre que amaba a los perros es un libro que interesa mucho y que está escrito con una prosa maravillosa, aunque a algunos lectores les resultará demasiado largo. Las páginas de la segunda parte en Moscú, cuando Mercader vive allí y se reencuentra con Tom, se hacen pesadas y aportan poco. Sin embargo, hay algo que el libro no explica y es importante: ¿cómo consigue Ramón Mercader salir de la URSS y recalar en La Habana?
     Este pequeño reproche no empaña que nos encontremos ante una novela excelente, que descansa en una estructura compleja y bien trabada, que toca más temas no mencionados en esta reseña de espacio limitado, y que pide una lectura atenta y sin prisas.
      María García-Lliberós
 

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