viernes, 30 de junio de 2017

"Derecho natural", de Ignacio Martínez de Pisón

Editorial Seix Barral, 2017 (marzo)        
446 páginas.
21 € en papel; 9,99 € en ebook.

Derecho natural es una novela que contiene y desarrolla las obsesiones literarias de su autor. Toma como hilo conductor la evolución de una familia española de clase media baja y como punto de vista el de uno de sus miembros, el hijo mayor que asume el papel de relator en primera persona, un relator subjetivo e implicado que escarba en su memoria desde que era un niño hasta que se sitúa en la treintena y su padre, personaje principal, muere, por lo que la percepción de
las conductas de los miembros de su familia va cambiando con su propio crecimiento. Ubica la acción en una España en cambio: últimos años del franquismo, referéndum de la Constitución, Transición y primeras décadas de democracia. Con unas leyes nuevas que se adaptan a exigencias sociológicas que afectan de lleno a la composición familiar.
         Estamos ante una novela realista y de personajes. La figura de Ángel Ortega, el padre cobra un peso esencial en la historia. Su arrolladora personalidad, su egoísmo, camuflado por un innato don de gentes que genera confianza (otro ejemplo del pícaro español), su canallesca capacidad para la seducción, la mentira, la impostura y la simulación (es actor secundario en películas de bajo presupuesto, forma dos familias, se convertirá en el doble de Demis Roussos), lo hacen imprevisible. Consigue que tanto cuando está presente como cuando está ausente, el resto de los miembros de la familia se sientan influidos por él, vivan atentos a la interpretación de cualquier gesto, poniéndose siempre en lo peor. Un personaje que a Martínez de Pisón le ha salido redondo porque consigue acercarlo al lector, exhibir su parte más negativa y, también, los momentos de ternura y vulnerabilidad ante su fracaso personal. El lector acaba metiéndose en su piel, juzgándolo desde su interior, comprendiéndolo.
         La figura de la madre, Luisa y su evolución desde la mujer que vive en un mundo de ilusión y es abandonada con cada nuevo embarazo, hasta la mujer por fin casada, empresaria de éxito, capaz de instrumentalizar a un hombre para extraer fuerza y deshacerse del marido (excelente la escena en la cocina, página 179, cuando le dice ¡Vete de mi vida! ¡Vete para siempre de mi vida!, y el relator nos explica cómo funciona la memoria) y emprender una nueva etapa libre, de acuerdo con los nuevos valores sociales, está contada con suficiente detalle, al igual que la personalidad escindida de la mujer de éxito fuera de casa y la insegura en el hogar, transmitiendo desasosiego, frente a unos hijos que conforme crecen la van cuestionando.
         En la novela hay análisis psicológico de los personajes: Manolo, el hijo cleptómano que odia al padre, Cristina, la hija dócil y alegre, Paloma, la víctima principal del enredo familiar. El episodio de convertir en gemelas a Cristina y Paloma, cuando tienen madres diferentes, y el desafecto posterior entre ambas, así como sus consecuencias en el resto de la familia, es un hecho novelesco de primera magnitud, al igual que el proceso de separación de los padres, con las perversas transacciones que conlleva, la desigual atribución de culpas y la generación de rencores profundos. Está contado con enorme verismo.
         El autor utiliza sucesos y personajes reales que mezcla con los de ficción para darle mayor credibilidad a la historia: Paco Rabal, Peces-Barba, el 23-F, el secuestro del auténtico Demis Roussos, los programas de TV de la época, el de José Mª Íñigo, por lo que esta novela, con el tiempo pasará a considerarse de atmósfera histórica o histórica, sin más. La primera parte transcurre en Barcelona y es la que posee más fuerza narrativa. En la segunda parte desplaza el escenario a Madrid y pierde fuelle. La figura de Irene, el amor del relator, y su historia con las drogas, resulta poco consistente desde el principio, incluso innecesaria en un argumento de trama familiar infeliz de suficiente fuste que no requiere de nuevos temas para atrapar nuestra atención.
         Una novela de lectura ágil, como las de Martínez de Pisón, (recordemos Carreteras secundarias, Enterrar a los muertos, La buena reputación), un autor dotado para contar historias a la manera clásica, cronológica, apoyado en una sólida documentación y en buena creación de atmósferas, con personajes reconocibles, como cada uno de nosotros, en la España que hemos vivido, lo que facilita la representación mental de la acción y con un argumento lleno de conflictos humanos que interesan. Convierte al lector en un miembro más, pasivo y silencioso observador, de esta familia. Estos aspectos son los que la hacen recomendable.
María García-Lliberós

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